La fábrica

Un día, una niña llamada Lidia, su hermano Juan, su mamá y su papá escaparon de los terrores del gobierno de Cuba y se fueron a Costa Rica. Cuando llegaron a Costa Rica, los papás de Lidia salieron a buscar trabajo, pero nadie los contrataba por su edad. Ellos quisieron fingir que los contrataron a los dos para no preocupar a Lidia o a Juan, pero Lidia sabía. Ella sabía que sus padres estaban mintiendo por cuán estresados estaban. “Mami, papi, ¿a ustedes realmente los contrataron?”- preguntó Lidia. “Lidia, por última vez no te preocupes si nos contrataron.”- contestó su mamá. “Oka, mami, hasta luego”- le dijo Lidia. Ella no creía lo que su mamá le había dicho, entonces decidió que ella iba a conseguir un trabajo para ayudarlos. Al día siguiente Lidia salió temprano por la mañana en búsqueda de trabajo,  no estaba teniendo mucha suerte hasta que se encontró con un señor montando un afiche frente a un restaurante. “Con permiso, señor, ¿usted está contratando gente para su compañía?”, preguntó Lidia. “¡Sí! y te puedo llevar a mi oficina ahora mismo para una entrevista”- le contestó el señor. Lidia encontró extraña la contestación del señor, pero como necesitaba un trabajo, no lo cuestionó y entonces dejó que él la llevara a su oficina. Cuando llegaron a la oficina empezaron la entrevista y algo muy raro pasó.” “Bueno, Lidia, estás contratada”, dijo el señor, “Pero, acabamos de comenzar y lo único que me preguntó es de dónde vengo. ¿No piensas que hay otras cosas que se deben discutir?”- preguntó Lidia. “No, sé bastante sobre ti ya, ahora vamos a lo del contrato. Lo único que necesito de ti es tu certificado de nacimiento, tu pasaporte, y los papeles de tu estado migratorio.”, le explicó el señor. “Está bien, se los traigo mañana”, dijo Lidia. Ella sentía que lo que el señor había pedido era un poco extraño, pero no podía preguntarles a sus padres si eso era normal porque si lo hacía, se metería en problemas. El día siguiente Lidia le trajo los documentos al señor y cuando se los entregó, éste tenía una sonrisa malvada y chasqueó los dedos.  Luego de hacer esto, dos hombres cogieron los brazos de Lidia y la arrastraron hacia un cuarto. Lidia se encontraba atrapada en una habitación muy oscura donde pensaba que estaba sola hasta que alguien la tocó. Entonces, Lidia pegó un grito. “¡Cállate! que si quieres pasar la noche, tendrás que hacer silencio.”, le dijo una voz. Después se empezaron a mover y Lidia se dio cuenta de que lo que ella pensaba que era un cuarto, era realmente una caja de metal. Lidia estuvo atrapada por catorce horas en las cuales permaneció dormida. Cuando despertó, se encontró en el piso de una fábrica. “De pies todos que empiezan a trabajar ya. Y si no… bueno, mis amigos harán que se comporten.” Lidia reconoció la voz como la del señor, pero gracias al miedo de lo que pasaría si no seguía las instrucciones de éste, comenzó a trabajar. Lidia trataba de contar los días que pasaban en la fábrica, pero después de tres semanas, paró de contar. Su día consiste de mucho trabajo empezando a las cinco de la mañana, no descansa hasta las 12:30 del mediodía cuando le dan dos pedazos de pan con cuatro minutos para comérselos. Entonces sigue trabajando hasta las 12 de la noche; esto fue así hasta una experiencia reciente. “Ya estoy tan cansada de todo esto. Me hacen falta mis padres y hasta me hace falta Juan”, expresó Lidia. “¿Y qué  pretendes hacer?, ¿romper el contrato o escaparte? Porque, de cualquier manera, estás loca. Lo que tienes que hacer es esperar hasta que se cumplan los tres años del contrato”, dijo María   —una niña de la cual Lidia se hizo muy amiga—. “María, no voy a esperar dos años más, me voy hoy y tú vendrás conmigo”, respondió Lidia. “¿Acaso estás loca? Nos matan si nos ven escapándonos”, contestó María. “Supongo que simplemente no nos pueden ver.”, le respondió Lidia sonriendo. Esa misma noche hicieron el plan y lo pusieron en acción. Las niñas cogieron todo lo que les pertenecía —lo cual era muy poco— y lo metieron en unas bolsas que encontraron en uno de los cuartos de la fábrica entonces esperaron que los guardias rotaran a las tres de la mañana. “Lidia, ¿estás segura de que esto va a funcionar? Porque si fallamos, nuestras vidas se van a poner mucho peor”- dijo María en tono muy preocupado, “Te lo prometo, María. Confía en mí”, le dijo Lidia. Aunque no lo quería admitir, sabía que María tenía razón, pero ya no se podía ir para atrás, ya estaban camino al portón. Cuando llegaron a este, enfrentaron un problema, el señor estaba hablando con un guardia, pero Lidia era una niña muy inteligente y rápidamente encontró una solución y decidió que ella y María irían por encima del portón. Las dos se escaparon y fueron en búsqueda de una estación de policía para buscar ayuda, reencontrarse con sus padres y denunciar al señor. Cuando llegaron a la estación de policías, se encontraron con el señor, él les había mentido a los policías diciendo que las dos niñas eran sus hijas, y por más que las nenas peleaban, las mandaron a irse con él. Entonces tenían que volver a la fábrica por orden de los policías. Estas dos niñas todavía están en la fábrica trabajando en condiciones inhumanas, siendo abusadas por el señor y los guardias; están trabajando ahora mismo sin descanso, muriendo lentamente en las manos del señor.

 

 

Referencias:

Blackmon, Michael. “Americans Are Overworked And Over Work.” BuzzFeed News, BuzzFeed News, 22 Oct. 2021, https://www.buzzfeednews.com/article/michaelblackmon/the-great-resignation-stories.