Los piratas caribeños y su aventura para encontrar El Lucero del Mar

Hace muchos años, algunos dirían un siglo, dos feroces, y —según los afectados por sus peleas y fechorías—, despiadadas tripulaciones de piratas se encontraron en la República Dominicana y tuvieron un juicio más justo que los que tiene el gobierno hoy en día. La primera tripulación involucrada en este conflicto fue Los Bucaneros Puertorriqueños que consistía del guerrero Capitán José García y el resto de su pandilla que incluía al feroz primer compañero Luis Sebastián Gómez, alias el Mafioso, y al famoso navegador Señor Ángel Guiador del Mundo. La segunda tripulación aludida se llamaba Los Filibusteros Antillanos de Cuba. Esta banda estaba formada por el furioso Capitán Raúl Pata de Palo e incluía al primer compañero llamado Alberto el Maligno, el navegador Manuel el Andador de Estrellas y el resto de sus compañeros. Sin saberlo, los dos grupos de piratas se dirigían hacia el mismo lugar para encontrar uno de los tesoros más famosos del mundo, El Lucero del Mar. Pero como en todas las aventuras que involucran rufianes marineros, el proceso no fue tan fácil y menos cuando ambos bandos buscaban cual si fueran enemigos odiados las mismas riquezas que tú. 

El jamaqueo fuerte de las hamacas perturbadas por camaradas gruñones recién despiertos, el músico mañanero ya tocando sus canciones románticas y melancólicas con su guitarra y el grito del capitán anunciando que ya se podía ver tierra, que el destino estaba cerca, les indicaba a Los Bucaneros Puertorriqueños que iba a ser un día normal y corriente con promesas de aventura y tesoro. Solo que en realidad no lo iba a ser, ya que varias millas náuticas antes de llegar a la República Dominicana, el navegador del grupo, Ángel, cayó terriblemente enfermo y su capitán andaba muy ocupado. Era el deber del primer oficial, Seba, quien guiaría a esta fiel banda de piratas a su destino. Sin embargo, había un problema, y consistía en que Sebastián Gómez, el genio en cuanto al robo y la batalla, no tenía ningún sentido de dirección, y hasta se perdía tratando de llegar al baño en el barco pirata donde vivía. Los Filibusteros Antillanos se encontraban en una situación similar, mas esa tripulación era más común. Por ejemplo, su navegador, Manuel, dirigía el bote por las noches como resultado de que su única manera de navegar era usando las estrellas. Como consecuencia, du​​rante el día, mientras su camarada no estaba disponible, el primer compañero, Alberto, se encargaba de enseñarle el camino a sus compañeros. Finalmente, en la República Dominicana, las dos tripulaciones emprendieron una larga caminata de diez días hasta llegar a Santo Domingo, la capital. 

Lamentablemente, durante el primer día de descanso después de que las dos bandas de piratas llegaran a Santo Domingo, reconocieron la presencia uno del otro cuando el médico de los bucaneros fue a una farmacia —o lo que parecía una farmacia durante esos tiempos— para adquirir nuevos ungüentos y remedios, se topó con el trompetero de los Filibusteros Antillanos y sin demora, comenzó el conflicto. Al principio, los dos equipos decidieron alejarse, debido a que el mero pensamiento o reconocimiento de su presencia provocaba que cada individuo involucrado en esa rivalidad reventara de furia causando un alboroto que en realidad no resultaba beneficioso para ambas partes ni para los residentes de la comunidad. Pero no se pudieron evitar por mucho tiempo, ya que un día después de que se encontraron, las dos tripulaciones perdieron los mapas que los llevarían a la localización del Lucero del Mar. 

Culpándose uno al otro y causando una conmoción en una plaza —al cual se le asignó nombre desconocido hasta el día de hoy— el capitán José García de Los Bucaneros y el Capitán Raúl de Los Filibusteros habían discutido a lo largo de un mes. Astutos, los subordinados de ambas tripulaciones decidieron dejar el manejo de tal conflicto en las manos de sus superiores, pero el primer oficial de los Bucaneros Puertorriqueños no podía más, y le dieron ganas de interrumpir y refutar. Aunque quisiera, no estaba tan seguro si el código de los piratas lo podría proteger de su propio capitán quien lo haría caminar la plancha por la interrupción fuera de lugar. Pensando en eso, le surgió una idea y decidió contársela a ambas tripulaciones: “Con su permiso, señores, he tenido una idea”, comentó Sebastián sintiéndose por fin, atrevido. “Hablaremos de esta falta de respeto después, Sebastián Gómez, pero, ya que has interrumpido mi discusión con este despiadado truhán— para no decir otras cosas, ya que somos piratas, pero también tenemos dignidad— comparte de una vez esa idea tan importante que no podía esperar.”, dijo indignado el Capitán José García. “Tan miserable eres, García, que tu propia tripulación y más aun tu propio oficial no te tiene respeto, je, je, je.”, dijo satisfecho el Capitán Raúl. Después de que su capitán le envió una mirada letal, Sebastián reunió su coraje y con fe en su idea, la presentó al público: “Según los artículos seis y siete del Código de los Piratas creados por nuestros honrados ancestros hace sesentitrés años, todos los piratas tienen el derecho de tener un juicio en todas partes, sin distinción de persona, y en ese juicio todos tendrán el derecho a igual protección garantizada por el código. “¡¿Acaso te han dañado el cerebro?! ¡Mi pobre camarada! ¡Qué le has hecho, Raúl! No, mi amigo fiel, de todas las personas, esperaba que tú, el mafioso, tuvieras tatuado en el corazón que los hombres feroces como nosotros resuelven los problemas con los puños.”, exclamó y repudió increíblemente preocupado el Capitán José. “Espero que me perdones, Capitán, por contradecirte, pero el comentario de masculinidad tóxica fue un poco innecesario. Mas releí nuestra copia del código y Seba tiene razón, estos derechos son garantizados y según el médico, por culpa de los Antillanos, no tenemos suficientes remedios para recuperarnos de una batalla tan grande y violenta. Es por eso que, en este caso, un juicio sería la opción más sensible.”, declaró Ángel, ya mejorado y confiado en sus palabras. “Odiamos admitir esto, pero tienen razón los Bucaneros, tampoco logramos conseguir suficientes hierbas ni jarabes para recuperarse al momento, así que un juicio es la mejor opción.”, dijeron Alberto y Manuel en desacuerdo con Ángel. 

Finalmente, de acuerdo con la idea, todos los individuos involucrados en el conflicto del robo de los mapas invadieron un salón de fiestas en el barrio donde estaban y prepararon un juicio. El juez era un viejo sabio del pueblo llamado Don Juan. El jurado eran los habitantes del pueblo y las tres hijas de Don Juan eran las jefas del jurado, pues eran muy antipáticas y desconfiadas de forma natural, lo cual era raro pues Don Juan era un hombre bien amable. Último, pero no menos importante estaban los acusados y los descendientes que consistían en los primeros compañeros de las dos tripulaciones allegadas al robo y los dos Capitanes y sus navegadores defendiendo sus casos. Irónicamente, los piratas fueron los únicos que aseguraron que el juicio fuera justo, ya que los habitantes de la comunidad solo querían que se fueran los rufianes y como ellos eran parte del jurado que ayudaba a decidir los culpables, simplemente votaron por mayoría que ahorcaran a los piratas. Planificaron un escape casi fallido, los Bucaneros Puertorriqueños y los Filibusteros Antillanos de Cuba huyeron de la República Dominicana, no queriendo hacerle daño a las personas que por lo menos los trataron de ayudar a reforzar la justicia. Decidieron simplemente olvidarse del conflicto pues fue extenuante tratar de convertirse en investigadores cuando todavía quedaban tantos tesoros en el mundo.

Al final del día, un pirata ruso llamado Caín era quien había creado todo el conflicto al robarse los dos mapas mientras las dos tripulaciones dormían en sus días de descanso. Consecuentemente, el pirata desconocido y misterioso se volvió el pirata más rico durante esos tiempos, resultando en un juicio ofrecido por nada. A pesar de todo, los piratas aprendieron dos verdades muy importantes durante esa aventura. Estas fueron que hay otras alternativas para la violencia, y que para resolver un problema, o por lo menos para obtener claridad, hay que ser justo con todo el mundo y darle a las personas una oportunidad, incluso si son tu peor enemigo.

Fichas:

  • BBC News Mundo. “Los verdaderos piratas del Caribe.” BBC News Mundo, 24 Oct. 2010, www.bbc.com/mundo/noticias/2010/10/101019_piratas_caribe_archivo_indias_sevilla_az
  • “Caribbean Islands Map and Satellite Image.” Geology.Com, geology.com/world/caribbean-satellite-image.shtml. Accessed 5 Nov. 2021.  
  • Organización de las Naciones Unidas. Declaración universal de los derechos humanos, 1948, un.org.