No me pueden silenciar

El primer día de octubre del 2022, yo, Gabriela, fui a una protesta de los derechos humanos. Llegaron muchas personas, por lo menos trescientas.  Todo iba bien, andábamos por las calles con los rótulos gritando y luchando por lo que defendemos. De momento, todos pararon; escucharon el sonido del carro de policía. Del carro salieron cinco policías con un megáfono. Empezaron a gritar “¡Todos paren o vamos a tener que empezar a tomar acción!”. Nosotros no nos detuvimos, pero los policías nos amenazaron. Muchos se fueron corriendo, pero yo no, yo luché, no retrocedí y me llevaron presa. Ese día le dispararon a dos personas, veinte salieron heridas y arrestaron a cien, incluyéndome a mí. Llegamos los cien a la cárcel, la primera cosa que le dije a las que estaban en la celda conmigo: “¡No es justo! ¡Nada de lo que pasó es justo!”. “El mundo está corrupto”, contestó Isabella. “¡Se tiene que hacer algo! ¡No debemos dejar que el mundo nos silencie!”, dijo Valeria. Me paré, aguantando mi puño en mi corazón y alzando mi otra mano “¡Debemos hacer algo de esto, a formar una protesta aquí! ¿Qué nos van a hacer, arrestarnos? ¡Ya estamos aquí, en la cárcel! Aunque esas paredes eran gruesas, se comunicó el mensaje a la cárcel completa en una hora, que lo único que se podía escuchar era “¡Tenemos derechos a nuestra voz!” y “¡No nos pueden silenciar!”.

De momento llegaron los policías: “¿¡Pero qué ustedes hacen, se volvieron locas?!”. Yo me metí: “¡Nos tienen que dejar ir de aquí, no hicimos nada malo!”. Los policías se miraron entre ellos y se quedaron como estatuas y lo pensaron por un rato. Se fueron y dejaron a todos esperando, a ver si había funcionado nuestra protesta, la protesta que nos metió aquí en la cárcel y la que nos sacó, pero no sabíamos eso todavía. El día después, todas habíamos perdido la esperanza, no habíamos escuchado nada de los guardias. Por toda la cárcel lo único que se escuchaba por las celdas y los pasillos, era un silencio inquieto. Se sentía como una ola de tristeza e inquietud; todos preocupados. El próximo día a todos, a los cien nos dejaron salir. Aunque nos sacaron de la cárcel, eso fue una injusticia, algo que nunca debe pasarle a nadie. Todos tenemos derechos humanos y tenemos que defenderlos.