¿No todos somos iguales?

El doctor anunció “Fecha de nacimiento: lunes, 21 de agosto del 2001 a las 2:54pm”, y ahí nací yo, Saúl Perojo.

“¡Es negro!” gritó abuela asustando al hospital entero. “Y es un nene, para colmo. Tú nunca me dijiste que el padre era negro… pues vamos a tener que decir que es adoptado” declaró la abuela, “no podemos dañar tu reputación por un niño negro”, le dice a mi madre. 

 

Los años pasaron y ya tengo trece años, los niños todavía me discriminan por ser el único niño negro en una escuela privada. Los maestros me miran mal y me dan malas notas por ninguna razón, yo soy un niño cariñoso, inteligente y respetuoso. Nunca le he hecho nada malo a alguien y nunca lo haré, o eso pensé. Los niños me llaman esclavo, pobre y africano. Me dicen que mis padres reales no me amaban y que la única razón por la que me adoptaron fue porque era inteligente y nada más, ellos no saben que yo no soy adoptado. Sería peor si se lo digo ahora, aunque también mi familia me prohibió decirlo porque están avergonzados.

 El próximo día en la clase de historia, la maestra anunció que íbamos a aprender de la esclavitud e inmediatamente toda la clase me miró a mí “Saúl”, proyectó la maestra, “tú debes saber de esto, ¿verdad?”. La clase se empezó a reír.

“No, señora” contesté con mis ojos llenándose de lágrimas. Cuarenta minutos pasaron y al fin se acabó la clase, el próximo periodo era libre. Me metí al baño para lavarme la cara y sentí que de repente alguien me cogió el bulto, me sequé la cara para ver que era el nene más malo de la escuela con mi bulto en uno de los establos. “Esclavo”, me susurró mientras sacaba los libros y los tiraba en el inodoro bajando la cadena. Yo lo miré como corrió del baño sin poder creerlo, mis pensamientos intrusivos ganaron esta vez y empecé a correr detrás de él. Cuando por fin paró de correr, lo confronté. 

“¿Por qué hisiste eso?, yo nunca te he hecho nada malo para que actuaras en venganza”. Lo miré empezando a llorar. “Es verdad, pero los negros no merecen nada de lo bueno que este mundo tiene que ofrecer”. 

No lo podía creer. ¿Te acuerdas cuando dije que nunca le haría algo malo a alguien? Pues promesa rota; le lancé un puño directo a la cara del nene causando que le rompiera el labio y la nariz. Esperé un puño de vuelta, pero en lugar de eso, él empezó a llorar. Dos maestros escucharon la conmoción y llegaron a la escena, uno se encargó de llevar al niño a la enfermera y el otro me jaló por el brazo a la oficina del principal donde llamaron a mi madre. Mi madre llegó y entró a la oficina, el principal le explicó el lado de la historia del nene y no la mía y que tenían que expulsarme de la escuela. El principal también mencionó que muchos niños no se sentían cómodos con tener un compañero negro. 

“La ley dice que todos tenemos los mismos derechos y que somos libres”, interrumpí. 

“¡Tú no tienes que decidir en esto, Sr. Perojo!”, exclamó el principal. 

“P-pero…”. Empecé a sentir las lágrimas acumularse y susurré bajo mi aliento “¿No todos somos iguales?”.

 

CONTINUARÁ…